A continuación reproducimos la entrevista realizada por la periodista María José Moreno al arquitecto de Ecoproyecta, Pablo Carbonell, dentro del suplemento Ababol del periódico La Verdad. En esta semana Ababol desarrolla la temática en torno a la arquitectura sostenible y bioclimática, incluyendo también un artículo sobre el trabajo de los arquitectos Patricia Reus y Jaume Blancafort.
Su interés por trabajar de manera sostenible viene desde que comenzó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. Recuerda que, por aquel entonces, los años noventa, se empezaba a hablar de sostenibilidad en las escuelas, y ya en su proyecto fin de carrera del año 2002 tuvo la intención de diseñar un edificio semienterrado que tuviera un consumo mínimo de energía. Se trataba de un Museo Paleontológico en Torre Pacheco, un proyecto que después presentó al Ayuntamiento y también a la Comunidad Autónoma. Tuvo muy buena acogida, aunque años más tarde le adjudicaron el encargo a otro arquitecto. Eso era solo el principio, actualmente junto con Juan Miguel Galera, está al frente de Ecoproyecta: una red colaborativa de profesionales relacionados con la construcción sostenible y el medio ambiente y dedicada a la redacción de proyectos de arquitectura e ingeniería. Su actividad de diseño y búsqueda de soluciones está enfocada hacia la sostenibilidad aplicada a la construcción, los procesos productivos y la intervención en el medio tanto urbano como rural.
¿Hasta qué punto la arquitectura sostenible debería ser algo extendido y no tanto algo propio de unos pocos profesionales concienciados?
-La arquitectura sostenible no es una opción, sino una evolución natural de la profesión. Estamos viviendo una transición, tanto en esta profesión como en otras, hacia la sostenibilidad. Y como en todas las transiciones se produce un proceso largo y complejo de cambio en el que estamos ahora. A lo largo de la historia la arquitectura ha sufrido muchas evoluciones para adaptarse a los cambios sociales o tecnológicos. En este caso la arquitectura se hace sostenible para dar respuesta a las nuevas demandas de un mundo en el que somos más conscientes de las repercusiones medioambientales, sociales y para nuestra propia salud que implican las acciones humanas. Siendo optimista, dentro de unos años quizá ya no hablemos de este tema, sino que estará asumido como algo natural en nuestra forma de trabajar y de pensar.
¿A quién cree que corresponde la función de conseguir que eso sea así?
A todos nos corresponde esa función, es una responsabilidad compartida, tanto por los profesionales que tenemos las herramientas técnicas, como por las instituciones que tienen la responsabilidad y capacidad de legislar, como por el propio ciudadano concienciado que debe demandar una mejor forma de hacer las cosas.
En su opinión, ¿deberían ser revisados los planes de estudio universitarios?
-Ya están siendo revisados. En muchas universidades se incluyen cursos específicos relacionados con la sostenibilidad y cada vez se incorpora más estos criterios en las materias impartidas. Pero más que un problema de programa educativo universitario es un problema de conciencia general y ética personal, que se empieza a educar antes de llegar a la universidad. Al fin y al cabo, la sostenibilidad es una cuestión de conciencia cívica y de interrelación con los demás y con el medio en el que vivimos, por tanto nos atañe a todos, no sólo a los arquitectos.
¿Hablar de arquitectura sostenible y rentable es posible o por necesidad se aumenta el coste de las construcciones?
No hay ninguna relación entre arquitectura sostenible y mayores costes. Esto es un mito que hoy en día ya no tiene sentido seguir discutiendo. Existen decisiones de diseño que no tienen nada que ver con la inversión económica y que sin embargo hacen un edificio más sostenible, por ejemplo la correcta orientación, el uso de ventilación o iluminación naturales, o la decisión de no hacer algo superfluo e innecesario. En definitiva hacer un correcto uso de los recursos que se encuentran a nuestro alrededor es una decisión que para nada supone un mayor coste, simplemente la voluntad de diseñar adecuadamente. En cualquier caso, si queremos analizar los costes de una inversión hay que plantear el problema desde una perspectiva mucho más global. Por poner un ejemplo sencillo, si decidimos incluir una instalación de energía fotovoltaica en nuestro proyecto desde luego ello conllevará una inversión económica, pero ¿qué obtenemos a cambio? En primer lugar un retorno de la inversión gracias a que consumimos energía gratuita, por tanto económicamente es rentable. Pero la cosa va mucho más allá: También estamos contaminando menos y por tanto ayudando a compartir un medio ambiente más sano ¿Esto qué precio tiene? Para mí es incalculable. Pero además estamos haciendo uso de un recurso natural autóctono como el sol, y no de combustibles fósiles, que aparte de ser caro, origina muchos de los conflictos geopolíticos actuales ¿Qué coste tiene para nuestro país depender de los vaivenes del precio de los combustibles fósiles o tener que participar en los conflictos armados en países productores de petróleo? Un coste que no se mide solo en dinero. Como verás supone actuar de forma local, pero sabiendo que estamos aportando una mejora a nivel global.
¿Qué papel juega el urbanismo en el cambio hacia ciudades sostenibles?
Todo el papel que queramos darle. Hemos vivido tiempos en los que el urbanismo se ha decidido en función de criterios que no eran del interés general, sino por el económico de unos pocos. En general no se ha planteado un modelo de ciudad serio con toda la complejidad que ello conlleva, sino que la ciudad ha crecido siguiendo criterios de rentabilidad económica, por encima de otros tantos criterios importantes como puedan ser la integración de usos, la movilidad sostenible, la calidad ambiental, etc.
¿Para que los arquitectos puedan trabajar de forma sostenible tiene que existir una implicación por parte del ciudadano?
Por supuesto, el arquitecto no es más que una pieza del engranaje necesario para que los edificios y las ciudades en general funcionen. Sin la implicación ciudadana el arquitecto no puede aportar ninguna solución que dure en el tiempo. Ahora se habla mucho de edificios inteligentes, cuando lo que necesitamos son usuarios inteligentes. También se dice que la arquitectura pasiva necesita de usuarios activos, por tanto el arquitecto necesita a un ciudadano implicado en estas cuestiones. Por poner otro ejemplo práctico, de poco sirve diseñar un edificio que incorpore soluciones bioclimáticas para ahorrar energía si luego el usuario va a querer tener el termostato a 25º en invierno y 21º en verano.
¿Qué otros elementos juegan un papel importante en que eso sea posible?
Todo el círculo de agentes implicados en la construcción es importante, porque sin unos buenos constructores que sepan interpretar las decisiones de un arquitecto no es posible una buena obra, y sin un tejido empresarial que dé respuesta a las soluciones planteadas tampoco es posible. Pero desde luego hay que pedir una especial atención a los dirigentes que tienen la responsabilidad de estar atentos a los cambios sociales y diseñar una regulación que nos permita hacer bien nuestro trabajo como arquitectos.
Su empresa, Ecoproyecta, es la responsable de la reforma de los lucernarios de la Facultad de Económicas de la Universidad de Murcia y de la pérgola textil de protección solar del mismo edificio.
La Universidad de Murcia ha sido y está siendo una institución implicada en mejorar sus indicadores de sostenibilidad, como no podría ser de otra manera. Nuestro estudio Ecoproyecta ha tenido la oportunidad de aportar soluciones para la rehabilitación energética de algunas facultades, como la que comentas, y conseguir así ahorros energéticos y mayor confort climático. Pero también para la integración de instalaciones de energía renovables, como han sido los aparcamientos fotovoltaicos en el Campus de Espinardo. Además participamos en la elaboración del documento que definía un futuro campus más sostenible y que permitió a las Universidades de Murcia y Politécnica de Cartagena conseguir la denominación de Campus de Excelencia en 2010. Desde luego la UMU está haciendo una clara apuesta por la sostenibilidad y nosotros estamos muy orgullosos de haber aportado una pequeña ayuda en esa línea.
¿Cómo ve el futuro?
Mejor que el presente, porque estos principios relacionados con la sostenibilidad van a seguir calando en la ciudadanía y las instituciones, y necesariamente también, en nuestra profesión. Pero si hay que señalar una variable que va a condicionar el futuro de la arquitectura esta es la energía. Las últimas directivas europeas están haciendo mucho énfasis en la eficiencia energética y las energías renovables, porque se sabe que Europa no puede depender del petróleo y el gas extranjero, y porque un mundo más sostenible pasa por el ahorro energético y las energías alternativas. Así que la arquitectura tiene que seguir avanzando para llegar a lo que ahora se llama «edificios de consumo de energía casi nulo», que en el año 2018 serán una realidad para todos.