Un panteón debe guardar y preservar la memoria, pero también debería ser un lugar íntimo y de recogimiento, donde poder acudir y recordar a los familiares. Con este punto de origen, se plantea un proyecto de panteón que conforma un patio, un espacio protegido del exterior pero abierto al cielo para mantener relación con la vegetación del entorno, la luz natural y el aire fresco. Se juega con la ambigua identificación del espacio interior exterior, intrínsecamente relacionado con los acontecimientos que ocurren a su alrededor.
Un muro de carga de ladrillo macizo envuelve los cuatro lados de la parcela dejando un acceso por la calle principal y unas pequeñas aperturas a la calle perpendicular, del tamaño de un ladrillo, sirven como entrada de luz natural por esa fachada. La cubierta vuelca sus dos aguas hacia dentro, dejando una banda abierta por donde entra la luz natural, la lluvia y el aire exterior.
La entrada se realiza a través de un muro grueso y de forma oblicua, creando un umbral de transición entre exterior e interior, preparando al visitante para la experiencia espacial de intimidad, y filtrando la visión directa desde fuera. Una vez dentro, el muro frontal es el que guarda los nichos para ataúdes (diez en total).
En el muro grueso por el que se accede se aprovecha para incluir un hueco donde colocar una escultura del artista murciano Antonio Campillo, y un banco que acompaña a unos pequeños nichos para cenizas.
Elección de materiales: Arquitectura kilómetro cero
Al concretar los materiales del panteón se planteó que fueran duraderos, habituales y fáciles de obtener y de trabajar. Además se buscaba una imagen de serenidad, que ayudaran a esa idea de solemne pero no monumental, sobrio pero no frío, fruto de un difícil equilibrio entre lo discreto y lo solemne, entre lo sencillo y lo rico en matices. La especial puesta en valor de Ecoproyecta ha sido incidir en la selección de materiales obtenidos en puntos cercanos al lugar de trabajo, siguiendo criterios de arquitectura kilómetro cero.
El ladrillo se fabrica artesanalmente en Valentín, un pueblo de la zona noroeste de la Región de Murcia con larga tradición en cerámica y que ha acabado dando nombre a este tipo de ladrillo hecho a mano y secado al sol. Esto hace que se conformen piezas irregulares en su forma y también en su color, lo cual se traduce en una piel con mucha textura. Esta piel ha sido rematada con mortero blanco, mediante una carga muy fina, que deja asomar al ladrillo debido a las irregularidades que éste presenta. El resultado es el de una tapia antigua, algo por lo que parece haber pasado el tiempo, erosionándolo y mostrando el ladrillo oculto.
El mármol de Macael, procedente de esta localidad almeriense cercana a Murcia, es conocido por su blancura interrumpida por betas oscuras. Se utiliza en este proyecto para formar las lápidas de los nichos y también para forrar parte de las paredes interiores, así como los faldones inferiores de cubierta.
Proyecto: Panteón familiar
Fases: Construido septiembre 2013.
Promotor: Privado
Colaboradores:
Aparejador: Manuel Palazón
Empresa constructora: Vilaria
Fotografías: David Frutos